por Pablo Elorduy,
Diagonal periódico, Nº 164
La tormenta financiera ha puesto en boga fórmulas como “los mercados” y conceptos como el de deuda pública. Examinamos a qué se refieren esas palabras.
Como dice Wikipedia, el lenguaje no sólo nos permite hablar “sobre” las cosas: hace que ellas sucedan. Bajo esa premisa, les proponemos un recorrido por cuatro de los conceptos económicos más populares de la crisis de la deuda.
Diagonal periódico, Nº 164
La tormenta financiera ha puesto en boga fórmulas como “los mercados” y conceptos como el de deuda pública. Examinamos a qué se refieren esas palabras.
Como dice Wikipedia, el lenguaje no sólo nos permite hablar “sobre” las cosas: hace que ellas sucedan. Bajo esa premisa, les proponemos un recorrido por cuatro de los conceptos económicos más populares de la crisis de la deuda.
EL DINERO Con Mayúsculas
Aparte de su loca defensa del amor romántico, la clásica Pretty Woman recreaba otro cuento de hadas en sus tramas secundarias. Por amor, el protagonista, ejecutivo de un fondo de inversión, se impone al final de la película la tarea de “fabricar cosas”.
Pero, en la vida real, fabricar cosas da menos dinero que especular con su valor. Apunta el Observatorio Metropolitano en su Crisis y revolución en Europa que el llamado Producto Interior Bruto Mundial, baremo que asigna un valor monetario estimado al intercambio de bienes y servicios, se sitúa cerca de los 60 billones de dólares mientras que en los mercados financieros hay una cantidad entre cuatro y siete veces mayor de capital creado.
Esto ha tenido como consecuencia que “el capitalismo financiero, en la medida en que se independiza cada vez más de la producción real de riqueza, se vuelve parasitario de las formas reales de producción”.
LOS MERCADOS Caballo ganador
Y si hay que hablar del mundo de las finanzas, se debe reconocer que el hechizo del término “los mercados” es demasiado sugestivo para que pueda ser sustituido por fórmulas como la francesa “capitalismo zinzin”, concepto que proviene de la pronunciación francesa de “inversores institucionales”.
Este grupo de inversores organizados está formado principalmente por bancos, fondos de pensiones, sociedades de inversores y compañías de seguros. Éric Toussaint, el presidente del Comité para la Abolición de la Deuda del Tercer Mundo de Bélgica (CADTM), explica que los mercados tienen sus propios nombres: “Son los principales dirigentes de las 200 transnacionales más grandes que dominan la economía mundial” calcula este profesor belga.
El ímpetu del pequeño inversor, una especie de eslabón perdido entre las rentas salariales y las rentas del capital, se convierte a través del fino arte del birlibirloque mediático en la justificación de que sólo una veintena de grupos financieros “entre los que se encuentran nombres tan conocidos como Black Rock, JP Morgan, Allianz, HSBC, Citigroup, ING, BNP Paribas, Santander, etc.” gestionen una masa monetaria que es superior al PIB de EE UU, como detalla el Observatorio Metropolitano en su libro.
DEUDA PÚBLICA Carne para la picadora
Tienen nombre y domicilio, pero por encima de eso, los mercados tienen apetito. En una fase inicial de la crisis, entre 2007 y 2009, los gobiernos de EEUU y de la Unión Europea “hicieron todo lo posible para que no se evocara el peligro del crecimiento masivo de la deuda pública”, dice Toussaint. Alertar del peligro “habría llamado la atención sobre sus causas: el coste exorbitante del rescate a los bancos”.
Toussaint también explica que las primeras medidas estuvieron centradas en mantener el crecimiento (en España mediante el Plan E) mientras se rescataba a los inversores institucionales en peligro. Desde finales de 2009 ya no estamos en esa fase.
“En sánscrito, hebreo y arameo, ‘deuda’, ‘culpa’ y ‘pecado’ son la misma palabra”, contaba en una entrevista reciente el antropólogo económico David Graeber.
Destapar el uso de la deuda como instrumento de dominación es el objetivo de La deuda o la vida, un libro editado por Toussaint y por Damien Millet, portavoz del CADTM, del que están tomadas las citas del primero. Poco importa que el Estado español cumpliera hasta finales de 2010 los criterios marcados en el Tratado de Maastrich (que no fuera superior al 60% del PIB) y que haya aumentado debido a la absorción por parte del Estado de deuda privada, el yugo de “la deuda” es la justificación para las políticas de ajuste “sangre, sudor y lágrimas” –así las han llamado–.
DÉFICIT PÚBLICO O la cultura del esfuerzo
Impacta ver a una ministra llorando mientras anuncia que las administraciones y los servicios públicos del país van a sufrir los recortes más importantes desde la II Guerra Mundial. El que se haya producido esta escena tan neorrealista en pleno siglo XXI se debe tanto a la deuda como al déficit público de Italia, esto es, la diferencia entre lo que el Estado ingresa (la mayor parte por vía impositiva) y lo que gasta.
El trasatlántico ha desviado su rumbo un par de milímetros y en algún momento chocará con el iceberg. O, dicho en palabras de la ministra, de nombre Elsa Fornero, el alto déficit público “es culpa de los italianos que en el pasado no han dado importancia al futuro de los niños del país”.
La voluntariosa Fornero omite que Italia deja de ingresar 238.700 millones por fraude fiscal, lejos de los 30.000 millones que costará el plan de ajuste de MarioMonti, que incluye un aumento de la edad de jubilación, una reforma laboral y una reforma tributaria que promete ayudar a las empresas.
LO QUE NO SE VE Parole, parole, parole
Habrán echado en falta un buen número de palabras en la relación anterior, como las más concretas con capacidad de aterrorizar (‘prima de riesgo’, ‘default’ o ‘bono alemán’); las destinadas a generar buen ambiente (‘crecimiento’ o ‘productividad’); o las que hacen más floridos los discursos (‘estabilidad’ ‘excelencia’ o ‘confianza’ ).
Pero los verdaderos términos perdidos de la crisis son otros como ‘reparto’, ‘renta básica’, o ‘justicia fiscal’. No esperen encontrar este tipo de palabras ya que están acompañadas de propuestas para salir de la crisis por otra vía, y ya saben que no se trata de eso.
Aparte de su loca defensa del amor romántico, la clásica Pretty Woman recreaba otro cuento de hadas en sus tramas secundarias. Por amor, el protagonista, ejecutivo de un fondo de inversión, se impone al final de la película la tarea de “fabricar cosas”.
Pero, en la vida real, fabricar cosas da menos dinero que especular con su valor. Apunta el Observatorio Metropolitano en su Crisis y revolución en Europa que el llamado Producto Interior Bruto Mundial, baremo que asigna un valor monetario estimado al intercambio de bienes y servicios, se sitúa cerca de los 60 billones de dólares mientras que en los mercados financieros hay una cantidad entre cuatro y siete veces mayor de capital creado.
Esto ha tenido como consecuencia que “el capitalismo financiero, en la medida en que se independiza cada vez más de la producción real de riqueza, se vuelve parasitario de las formas reales de producción”.
LOS MERCADOS Caballo ganador
Y si hay que hablar del mundo de las finanzas, se debe reconocer que el hechizo del término “los mercados” es demasiado sugestivo para que pueda ser sustituido por fórmulas como la francesa “capitalismo zinzin”, concepto que proviene de la pronunciación francesa de “inversores institucionales”.
Este grupo de inversores organizados está formado principalmente por bancos, fondos de pensiones, sociedades de inversores y compañías de seguros. Éric Toussaint, el presidente del Comité para la Abolición de la Deuda del Tercer Mundo de Bélgica (CADTM), explica que los mercados tienen sus propios nombres: “Son los principales dirigentes de las 200 transnacionales más grandes que dominan la economía mundial” calcula este profesor belga.
El ímpetu del pequeño inversor, una especie de eslabón perdido entre las rentas salariales y las rentas del capital, se convierte a través del fino arte del birlibirloque mediático en la justificación de que sólo una veintena de grupos financieros “entre los que se encuentran nombres tan conocidos como Black Rock, JP Morgan, Allianz, HSBC, Citigroup, ING, BNP Paribas, Santander, etc.” gestionen una masa monetaria que es superior al PIB de EE UU, como detalla el Observatorio Metropolitano en su libro.
DEUDA PÚBLICA Carne para la picadora
Tienen nombre y domicilio, pero por encima de eso, los mercados tienen apetito. En una fase inicial de la crisis, entre 2007 y 2009, los gobiernos de EEUU y de la Unión Europea “hicieron todo lo posible para que no se evocara el peligro del crecimiento masivo de la deuda pública”, dice Toussaint. Alertar del peligro “habría llamado la atención sobre sus causas: el coste exorbitante del rescate a los bancos”.
Toussaint también explica que las primeras medidas estuvieron centradas en mantener el crecimiento (en España mediante el Plan E) mientras se rescataba a los inversores institucionales en peligro. Desde finales de 2009 ya no estamos en esa fase.
“En sánscrito, hebreo y arameo, ‘deuda’, ‘culpa’ y ‘pecado’ son la misma palabra”, contaba en una entrevista reciente el antropólogo económico David Graeber.
Destapar el uso de la deuda como instrumento de dominación es el objetivo de La deuda o la vida, un libro editado por Toussaint y por Damien Millet, portavoz del CADTM, del que están tomadas las citas del primero. Poco importa que el Estado español cumpliera hasta finales de 2010 los criterios marcados en el Tratado de Maastrich (que no fuera superior al 60% del PIB) y que haya aumentado debido a la absorción por parte del Estado de deuda privada, el yugo de “la deuda” es la justificación para las políticas de ajuste “sangre, sudor y lágrimas” –así las han llamado–.
DÉFICIT PÚBLICO O la cultura del esfuerzo
Impacta ver a una ministra llorando mientras anuncia que las administraciones y los servicios públicos del país van a sufrir los recortes más importantes desde la II Guerra Mundial. El que se haya producido esta escena tan neorrealista en pleno siglo XXI se debe tanto a la deuda como al déficit público de Italia, esto es, la diferencia entre lo que el Estado ingresa (la mayor parte por vía impositiva) y lo que gasta.
El trasatlántico ha desviado su rumbo un par de milímetros y en algún momento chocará con el iceberg. O, dicho en palabras de la ministra, de nombre Elsa Fornero, el alto déficit público “es culpa de los italianos que en el pasado no han dado importancia al futuro de los niños del país”.
La voluntariosa Fornero omite que Italia deja de ingresar 238.700 millones por fraude fiscal, lejos de los 30.000 millones que costará el plan de ajuste de MarioMonti, que incluye un aumento de la edad de jubilación, una reforma laboral y una reforma tributaria que promete ayudar a las empresas.
LO QUE NO SE VE Parole, parole, parole
Habrán echado en falta un buen número de palabras en la relación anterior, como las más concretas con capacidad de aterrorizar (‘prima de riesgo’, ‘default’ o ‘bono alemán’); las destinadas a generar buen ambiente (‘crecimiento’ o ‘productividad’); o las que hacen más floridos los discursos (‘estabilidad’ ‘excelencia’ o ‘confianza’ ).
Pero los verdaderos términos perdidos de la crisis son otros como ‘reparto’, ‘renta básica’, o ‘justicia fiscal’. No esperen encontrar este tipo de palabras ya que están acompañadas de propuestas para salir de la crisis por otra vía, y ya saben que no se trata de eso.