por Daniel Gómez y Olivé i Casas, Observatorio de la Deuda en la Globalización, Carta al Director publicado en Noticias de Navarra
En agosto de 1982 el Estado mexicano solicitó a la comunidad internacional la reestructuración de su deuda porque ésta había aumentado de forma insostenible por razones ajenas a su economía: el aumento unilateral de los intereses por parte de los acreedores internacionales. Aquel hecho desencadenó una crisis financiera internacional sin precedentes. En efecto, México fue el primero de una serie de países latinoamericanos que se vieron inmersos en esa crisis de la deuda, cuyas consecuencias aún son evidentes entre su población.
¿Cuál fue la solución frente aquella crisis? Rescatar el ya entonces cuestionado Fondo Monetario Internacional (FMI) para ordenar la economía de sus países. Éste aconsejó la misma receta para todos: recortar gasto, reduciendo la función redistributiva del Estado a la mínima expresión. Así, los gobiernos que quisieron nuevos créditos para salir de la situación que no habían provocado tenían que reducir sueldos y despedir funcionarios, privatizar planes públicos de pensiones y de empresas públicas estratégicas, reducir subsidios a las familias, encarecer el acceso a la sanidad y la educación pública…
¿Cuál fue la solución frente aquella crisis? Rescatar el ya entonces cuestionado Fondo Monetario Internacional (FMI) para ordenar la economía de sus países. Éste aconsejó la misma receta para todos: recortar gasto, reduciendo la función redistributiva del Estado a la mínima expresión. Así, los gobiernos que quisieron nuevos créditos para salir de la situación que no habían provocado tenían que reducir sueldos y despedir funcionarios, privatizar planes públicos de pensiones y de empresas públicas estratégicas, reducir subsidios a las familias, encarecer el acceso a la sanidad y la educación pública…
¿Les suena esta música? Ahora, treinta años más tarde, cuando la crisis de la deuda se sitúa en el centro del sistema capitalista, nuestros mandatarios vuelven a aplicar las viejas y equivocadas soluciones del FMI: reducir y privatizar el Estado del bienestar. Un Estado que se ha endeudado precisamente para salvar la banca privada. Pero, ¿realmente no hay otra solución?
Sí que hay, sólo hay que ser valiente para aplicarla: hacer pagar la crisis a aquéllos que la han producido. ¿Cómo? Obligando a los bancos que han recibido ayudas públicas a devolver todo lo que se les ha dado antes de repartir dividendos entre sus accionistas. ¿Saben que la Banca española en el año 2009 obtuvo del Gobierno 50.000 millones de euros en ayudas para salir de la crisis? ¿Saben cuántos beneficios obtuvieron, en conjunto, ese mismo año? 18.000 millones de euros. ¿Saben a cuánto asciende el recorte social de este año? 15.000 millones de euros. ¿Cómo es posible que no se exija a los bancos que devuelvan las ayudas antes de repartir beneficios?
Como ciudadanos responsables debemos reclamar a los gobernantes que sirvan a la sociedad por encima de los intereses privados si no queremos que nos pase lo mismo que a nuestros hermanos latinoamericanos: más de una década perdida en la que la población se fue empobreciendo porque tuvieron que pagar la factura de una crisis que no habían provocado.
Fuente: ¿Quien debe a quien?