"Quien se pronuncia por el camino reformista en lugar de y en oposición a la conquista del poder político y a la revolución social no elige en realidad un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino un objetivo diferente: en lugar de la implantación de una nueva sociedad, elige unas modificaciones insustanciales de la antigua." Rosa Luxemburgo

miércoles, 1 de abril de 2015

Auditoría de la deuda, un proceso de aprendizaje ciudadano

por Esther Gómez Morante, Jorge García Castaño

Una de las propuestas más debatidas desde la creación de Ahora Madrid ha sido la posibilidad de emprender una auditoría ciudadana de la deuda municipal. Una deuda que es percibida, con razón, como uno de las mayores condicionantes para una política transformadora desde el gobierno local.

Es normal, en Madrid la deuda lo explica casi todo, el pago de la deuda se ha llegado a llevar un tercio del presupuesto ejecutado en 2013 y 2014, bastante más de 1.000 millones al año de un presupuesto que -desde el inicio de la crisis- ha caído ya más de un 40% si excluimos las cargas financieras. Y esto no se ha acabado, según los calendarios de amortización que ha venido presentando el equipo de Botella, la deuda será un factor central durante toda la próxima legislatura.

En nuestro criterio, una auditoría ciudadana puede ayudar a cambiar las cosas en parte, a mejorar la posición del Ayuntamiento de cara a los acreedores o frente a la administración central y probablemente mejorar las condiciones de pago. Quienes dicen que la deuda hay que pagarla “religiosamente”, en las actuales condiciones, ignoran que ya ha habido cambios en los tipos y plazos a los que se pagan algunas deudas (¡y esto con el gobierno del PP!) como son las de los planes de pago a proveedores.

Entendemos que es un deber básico del nuevo gobierno democrático diseñar un proceso a través del cual la ciudadanía pueda conocer, de forma inteligible, cuánto se debe, a quién se debe, en qué condiciones y para hacer qué. No se trata sólo de un proceso técnico o burocrático, nosotras lo entendemos como un proceso de aprendizaje ciudadano, un ejercicio pedagógico que nos vacune contra el despilfarro y las políticas faraónicas. Lo vemos como una escuela de municipalismo. Es evidente que el proceso debe vincular expertos, pero sobre todo a la gente, a través de audiencias públicas en los barrios, métodos de participación digital, etc.

En la misma línea es necesario auditar los nuevos contratos integrales que afectan a buena parte de las principales competencias municipales (recogida de basuras, limpieza viaria, parque y jardines…). Su volumen y duración hacen que sean un elemento determinante para la gestión durante los próximos años, sea cual sea el gobierno. El próximo gobierno debe redoblar la vigilancia en el cumplimiento de las condiciones, obligando a la prestación de un servicio de calidad y garantizando unas condiciones laborales dignas. Nuestro horizonte pasa por recuperar la gestión directa de buena parte de estos servicios pero mientras lo conseguimos no podemos quedarnos parados, hay muchas cosas que se pueden hacer desde el gobierno de la ciudad.

En nuestro país, durante años, la idea hegemónica de progreso de las ciudades ha venido a ser una simple yuxtaposición de operaciones masivas de calificación de suelo, construcción de infraestructuras de transporte y celebración de grandes eventos. En nuestra ciudad, esto ha significado un desastre económico, social, urbanístico y cultural sin paliativos. Si hablamos de deuda, esta pasó de 1.400 a 10.000 millones entre 2003 y 2008, mientras los ingresos del Ayuntamiento se duplicaban y el IBI se multiplicaba por tres.

Tenemos derecho a evaluar si cosas como Caja Mágica, Madrid Arena, Centro Acuático, Centro Internacional de Convenciones, Vallehermoso, La Cebada o La Peineta tenían sentido. Saber cuánto costaron realmente y valorar qué políticas dejamos de hacer a cambio. Seguramente así sabremos si a la hora de diseñar un proyecto de ciudad pesaron más los intereses generales o los de un oligopolio que ha sido dueño y señor de la ciudad, desde el ladrillo, a la obra civil, los contratos de servicios y ahora hasta los servicios sociales.

La mejor manera de encarar el futuro es aprender de los errores del pasado. Madrid ha sido gestionada durante demasiados años en beneficio de un pequeño grupo de empresas constructoras. Ahora es el momento de conquistar el Ayuntamiento para devolver el poder a la gente.