La crisis mundial precede a la primavera árabe, a los indignados e indignadas y a Occupy Wall Street
por Eric Toussaint,
|2| Véase Damien Millet y Eric Toussaint (bajo la dirección de ), La deuda o la vida, Icaria Editorial, Barcelona, 2011
|3| Durante la reunión del G20 mantenida en Cannes en noviembre de 2011, los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) no estuvieron de acuerdo en aportar fondos hasta que, en forma clara y rotunda, no se les haga más lugar en las instancias internacionales.
por Eric Toussaint,
A partir de 2007, aparecieron nubarrones en el cielo neoliberal. Comenzó entonces la mayor crisis capitalista después de la de los años 1930. Existe una interconexión entre las diferentes crisis: en los países más industrializados se produce la crisis bancaria y financiera, la inmobiliaria, la económica; en los países del Sur, y en particular en África y en algunos países de Asia, estalla la crisis alimentaria —Latinoamérica permanece menos afectada— generada principalmente por dos causas originadas en la política de los gobiernos de los países más industrializados:
1.- El desplazamiento de la especulación hacia el mercado de futuro de los cereales, debido al estallido de la burbuja inmobiliaria;
2.- el apoyo a la producción de agrocombustibles.
La crisis alimentaria provocó en 2008 motines contra el hambre en más de 15 países. El número de personas que sufren hambre pasó de 865 millones a más de 1.000 millones |1|. La salud económica de China, el taller del mundo, ha terminado por provocar en el antiguo imperio huelgas obreras que han conseguido aumentos salariales —partiendo de un nivel muy bajo—. La crisis de gobernanza es bien visible a escala planetaria y aquí tenemos tres ejemplos:
1.- El proceso de profundización de la desreglamentación de los intercambios definida en Doha en noviembre de 2001 está bloqueada, y por lo tanto también la OMC.
2.- El FMI, entre 2002 y 2008, pasó por una crisis radical: dos directores generales se sucedieron sin terminar su mandato; los países emergentes reembolsaron sus deudas al FMI anticipadamente para deshacerse de su tutela directa y seguir políticas parcialmente heterodoxas.
3.- El G7 (Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Japón, Francia, Italia y Canadá), donde se originó la crisis financiera y económica, no puede pretender, de nuevo, encontrar e imponer soluciones mientras las economías emergentes gozan de una buena salud económica, rebalsan sus reservas de cambio y se han desendeudado (con respecto a la deuda externa). Las capitales de los países más industrializados convocaron un G20 en 2009 y pidieron a los países emergentes ayuda para salir del pantano en el que se encontraban. Los efectos publicitarios se multiplicaron: se reformaría el sistema capitalista, incluso se habló de refundarlo, se pondría orden en las finanzas internacionales tirándole de las orejas a los paraísos fiscales, se reduciría las extravagancias de los banqueros y de sus adláteres, se limitaría la especulación con los alimentos, se reformarían las grandes instituciones, como el FMI y el Banco Mundial, para dar más espacio a los países emergentes, se encontraría soluciones para el cambio climático… Pero finalmente, ninguna de estas promesas se cumplió. Por su lado, el FMI pudo volver a ser protagonista. Aunque haya debido aflojar la presión sobre los países emergentes y estuvo al borde de la asfixia financiera (a tal punto que tuvo que despedir personal), volvió al ataque en los países del Norte: en 2008-2009 prescribió sus recetas neoliberales a Islandia y a varios países de Europa central y del Este (ex miembros del bloque soviético que ahora son miembros de la UE o candidatos a entrar en ella) |2|. En 2010, le tocó el turno a Grecia y a Irlanda. En 2011, Portugal, bajo presión, tuvo que pedir ayuda al FMI. El G20 decide reflotar la economía del Fondo aunque la ejecución del proceso sea complicada, puesto que las grandes potencias no ceden espacio fácilmente a las potencias emergentes, a las que, sin embargo, les piden dinero |3|. Durante la cumbre europea de diciembre de 2011, la UE, sin el reino Unido, decidió aportar 150.000 millones de euros al FMI.
En 2008-2009, la crisis de los países más industrializados afectó la buena salud de la economía china, las autoridades reaccionaron lanzando un vasto plan financiado por el Estado —planes que siempre fueron rechazados por el FMI para los países del Sur confrontados a una crisis—.
En los años 2007-2008, las clases dominantes y los gobiernos de los países más industrializados tuvieron mucho miedo: el milagro capitalista estaba por evaporarse, el capitalismo, expuesto por sus propias contradicciones, comenzó a aparecer como la causa de la crisis. Para evitar unas movilizaciones masivas que podrían tomar una dinámica radical, incluso anticapitalista, a fines de 2008 y en 2009, Washington —donde Obama asumió la presidencia en enero de 2009—, la Comisión Europea y las capitales del Viejo Continente implementaron amortiguadores sociales (salvo en países de la periferia europea, como las repúblicas bálticas, Hungría y Ucrania). El inicio de la estrategia del shock tuvo lugar realmente a partir de 2010. En 2011, se profundizó. Los ataques contra lo que queda de las conquistas sociales, por las que lucharon los trabajadores después de la segunda guerra mundial, son brutales, en particular en los países periféricos, dentro o fuera de la Unión Europea.
Mientras tanto, entre 2008 y 2009, el epicentro de la crisis en los países más industrializados se desplazó de Estados Unidos a la Unión Europea por tres razones: primera, la estructura de la Unión Europea acentúa la crisis, ya que los mecanismos de ayuda y de transferencia hacia los países más débiles se han reducido notablemente; segunda, los bancos privados europeos amenazan con derrumbarse y provocar un cataclismo financiero del tipo creado por la quiebra de Lehman Brothers. Rescatados por los Estados, los bancos continúan asumiendo enormes riesgos al utilizar los fondos puestos a su disposición en forma casi gratuita por la FED, el BCE, el Banco de Inglaterra, el Banco Nacional Suizo; tercera, en lugar de adoptar una política de relanzamiento económico y de imponer reglas estrictas a los bancos, la Comisión Europea y los gobiernos imponen una cura de austeridad que comprime la demanda y deprime la actividad económica. En consecuencia, la deuda pública, que es muy inferior a la deuda de las empresas privadas, explota. En varios países europeos (España, Irlanda, Reino Unido, Hungría y otros), el estallido de la burbuja inmobiliaria condujo a una situación dramática a cientos de miles de familias que estaban fuertemente endeudadas y que perdían y continúan perdiendo su vivienda. Cientos de miles de empleos fueron suprimidos en la construcción. En 2010-2011, la crisis de la gobernanza europea adquiere proporciones considerables. Las cumbres de crisis se suceden con el fin de adoptar unos planes de rescate que cada vez se revelan insuficientes. Los bancos están de nuevo al borde del abismo y si no se hunden es únicamente gracias al apoyo estatal.
1.- El desplazamiento de la especulación hacia el mercado de futuro de los cereales, debido al estallido de la burbuja inmobiliaria;
2.- el apoyo a la producción de agrocombustibles.
La crisis alimentaria provocó en 2008 motines contra el hambre en más de 15 países. El número de personas que sufren hambre pasó de 865 millones a más de 1.000 millones |1|. La salud económica de China, el taller del mundo, ha terminado por provocar en el antiguo imperio huelgas obreras que han conseguido aumentos salariales —partiendo de un nivel muy bajo—. La crisis de gobernanza es bien visible a escala planetaria y aquí tenemos tres ejemplos:
1.- El proceso de profundización de la desreglamentación de los intercambios definida en Doha en noviembre de 2001 está bloqueada, y por lo tanto también la OMC.
2.- El FMI, entre 2002 y 2008, pasó por una crisis radical: dos directores generales se sucedieron sin terminar su mandato; los países emergentes reembolsaron sus deudas al FMI anticipadamente para deshacerse de su tutela directa y seguir políticas parcialmente heterodoxas.
3.- El G7 (Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Japón, Francia, Italia y Canadá), donde se originó la crisis financiera y económica, no puede pretender, de nuevo, encontrar e imponer soluciones mientras las economías emergentes gozan de una buena salud económica, rebalsan sus reservas de cambio y se han desendeudado (con respecto a la deuda externa). Las capitales de los países más industrializados convocaron un G20 en 2009 y pidieron a los países emergentes ayuda para salir del pantano en el que se encontraban. Los efectos publicitarios se multiplicaron: se reformaría el sistema capitalista, incluso se habló de refundarlo, se pondría orden en las finanzas internacionales tirándole de las orejas a los paraísos fiscales, se reduciría las extravagancias de los banqueros y de sus adláteres, se limitaría la especulación con los alimentos, se reformarían las grandes instituciones, como el FMI y el Banco Mundial, para dar más espacio a los países emergentes, se encontraría soluciones para el cambio climático… Pero finalmente, ninguna de estas promesas se cumplió. Por su lado, el FMI pudo volver a ser protagonista. Aunque haya debido aflojar la presión sobre los países emergentes y estuvo al borde de la asfixia financiera (a tal punto que tuvo que despedir personal), volvió al ataque en los países del Norte: en 2008-2009 prescribió sus recetas neoliberales a Islandia y a varios países de Europa central y del Este (ex miembros del bloque soviético que ahora son miembros de la UE o candidatos a entrar en ella) |2|. En 2010, le tocó el turno a Grecia y a Irlanda. En 2011, Portugal, bajo presión, tuvo que pedir ayuda al FMI. El G20 decide reflotar la economía del Fondo aunque la ejecución del proceso sea complicada, puesto que las grandes potencias no ceden espacio fácilmente a las potencias emergentes, a las que, sin embargo, les piden dinero |3|. Durante la cumbre europea de diciembre de 2011, la UE, sin el reino Unido, decidió aportar 150.000 millones de euros al FMI.
En 2008-2009, la crisis de los países más industrializados afectó la buena salud de la economía china, las autoridades reaccionaron lanzando un vasto plan financiado por el Estado —planes que siempre fueron rechazados por el FMI para los países del Sur confrontados a una crisis—.
En los años 2007-2008, las clases dominantes y los gobiernos de los países más industrializados tuvieron mucho miedo: el milagro capitalista estaba por evaporarse, el capitalismo, expuesto por sus propias contradicciones, comenzó a aparecer como la causa de la crisis. Para evitar unas movilizaciones masivas que podrían tomar una dinámica radical, incluso anticapitalista, a fines de 2008 y en 2009, Washington —donde Obama asumió la presidencia en enero de 2009—, la Comisión Europea y las capitales del Viejo Continente implementaron amortiguadores sociales (salvo en países de la periferia europea, como las repúblicas bálticas, Hungría y Ucrania). El inicio de la estrategia del shock tuvo lugar realmente a partir de 2010. En 2011, se profundizó. Los ataques contra lo que queda de las conquistas sociales, por las que lucharon los trabajadores después de la segunda guerra mundial, son brutales, en particular en los países periféricos, dentro o fuera de la Unión Europea.
Mientras tanto, entre 2008 y 2009, el epicentro de la crisis en los países más industrializados se desplazó de Estados Unidos a la Unión Europea por tres razones: primera, la estructura de la Unión Europea acentúa la crisis, ya que los mecanismos de ayuda y de transferencia hacia los países más débiles se han reducido notablemente; segunda, los bancos privados europeos amenazan con derrumbarse y provocar un cataclismo financiero del tipo creado por la quiebra de Lehman Brothers. Rescatados por los Estados, los bancos continúan asumiendo enormes riesgos al utilizar los fondos puestos a su disposición en forma casi gratuita por la FED, el BCE, el Banco de Inglaterra, el Banco Nacional Suizo; tercera, en lugar de adoptar una política de relanzamiento económico y de imponer reglas estrictas a los bancos, la Comisión Europea y los gobiernos imponen una cura de austeridad que comprime la demanda y deprime la actividad económica. En consecuencia, la deuda pública, que es muy inferior a la deuda de las empresas privadas, explota. En varios países europeos (España, Irlanda, Reino Unido, Hungría y otros), el estallido de la burbuja inmobiliaria condujo a una situación dramática a cientos de miles de familias que estaban fuertemente endeudadas y que perdían y continúan perdiendo su vivienda. Cientos de miles de empleos fueron suprimidos en la construcción. En 2010-2011, la crisis de la gobernanza europea adquiere proporciones considerables. Las cumbres de crisis se suceden con el fin de adoptar unos planes de rescate que cada vez se revelan insuficientes. Los bancos están de nuevo al borde del abismo y si no se hunden es únicamente gracias al apoyo estatal.
Notas
|1| Véase Jean Ziegler, Destruction massive : géopolitique de la faim, Le Seuil, Paris, 2011 y Eric Toussaint, La Crisis Global Ediciones de Intervención Cultural S.L. Mataró, 2010.|2| Véase Damien Millet y Eric Toussaint (bajo la dirección de ), La deuda o la vida, Icaria Editorial, Barcelona, 2011
|3| Durante la reunión del G20 mantenida en Cannes en noviembre de 2011, los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) no estuvieron de acuerdo en aportar fondos hasta que, en forma clara y rotunda, no se les haga más lugar en las instancias internacionales.
Éric Toussaint, doctor en ciencias políticas, presidente del CADTM Bélgica, miembro del Consejo internacional del Foro social mundial desde su creación y del Consejo científico de ATTAC Francia. Dirigió con Damien Millet el libro colectivo La deuda o la vida, Icaria editorial, Barcelona, 2011. Participó en el libro de ATTAC: Le piège de la dette publique. Comment s’en sortir, édition Les liens qui libèrent, Paris, 2011.
Traducido por Griselda Piñero.
Traducido por Griselda Piñero.