Iolanda Fresnillo
Observatori del Deute en la Globalització
Actualización del articulo publicado en La Directa el pasado 12 de mayo de 2010 (num. 183)
Las salvajes medidas de ajuste económico que la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional han impuesto en Grecia, a cambio de un millonario préstamo para poder hacer frente a la deuda del país helénico, o aquellas “recomendadas” al Estado español, repiten sin demasiada variación las impuestas a países empobrecidos a lo largo de las últimas décadas.
Hace unas semanas vimos como el gobierno griego se doblegaba ante las exigencias de la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para que adoptara un duro plan de ajuste estructural. El paquete de medidas, fuertemente contestado por la sociedad civil griega a las calles, incluye recortes sociales importantes como la reducción del 16% de los salarios públicos, la reducción de las pensiones, la elevación de la edad de jubilación hasta el 67 años, el incremento del IVA y de otros recortes para reducir el déficit fiscal. El objetivo es liberar los recursos necesarios para poder hacer frente al pago de la deuda pública griega (en manos principalmente de bancos alemanes y franceses) y recuperar la confianza de los mercados. A cambio de estas medidas la UE y el FMI se comprometen a prestar a Grecia 110 mil millones de euros (1). Medidas similares han sido adoptadas libremente por el Gobierno español siguiendo parte de las recomendaciones del FMI (2). Desgraciadamente, estas dacronianas medidas no son ninguna novedad para los “clientes” del FMI.
Efectivamente, la receta para Grecia o España comparte muchas similitudes a aquellas dictadas a numerosos países de América Latina, Asia, África o Europa del Este a lo largo de las últimas décadas por el FMI y el Banco Mundial, y que conocemos también como Consenso de Washington. The Economist lo definía a finales de los 90 de este modo: “Sus pacientes se estienen por todo el mundo, de Venezuela en Vietnam. Los doctores se encuentran un ante la otra a la 19th Street de Washington y, juntos, dispensan su medicina. Sus remedios, envasados al Consenso de Washington, incluyen duras políticas fiscales y monetarias, más libertad para el comercio y el capital, y privatización” (3).
Un paquete de rescate con mucha experiencia
Desde el estallido de la crisis de la deuda en agosto de 1982, cuando México declaró que no podía pagar su deuda externa, el FMI y el Banco Mundial fueron los escogidos por los países ricos para poner orden en las malogradas economías del Sur. Con el cebo de crédito fresco para hacer frente a las deudas acumuladas y a cambio de que los países en crisis aplicaran “Planes de Ajuste Estructural” (PAE), estas dos instituciones fueron imponiendo en todos los países, sin distinción, un modelo económico y productivo al servicio de los intereses del capital. Un modelo que se ha cobrado importantes costes sociales. Los PAE han supuesto un deterioro en la situación económica de los sectores más desfavorecidos de las sociedades dónde se han aplicado, que se han visto afectados por reducciones de salarios, desregulación laboral, despidos, aumentos de impuestos indirectos, reducción de subsidios y ayudas ... (4).
Allá dónde un país del sur no podía pagar su deuda o sufría una repentina crisis financiera (5), aparecía el FMI ofreciendo créditos a cambio de un paquete de políticas de corte claramente neoliberal. Paquetes que han permitido desregular los mercados financieros y abrir los sectores productivos y de servicios a las inversiones extranjeras, para gozo y beneficio de las empresas transnacionales del Norte. A través de estos programas de ajuste se han dado las principales privatizaciones de los servicios públicos, que gustosamente han aprovechado las empresas de servicio españolas. També el FMI ha utilizado las condicionalidades de sus préstamos “de rescate” para rediseñar las economías productivas de estos países, siempre según las necesidades e intereses del Norte Global. Así, bajo la promesa de crecimiento económico y divisas, se ha impuesto un modelo agroexportador y de maquilas industriales que alimenta el sobreconsumo de las sociedades del Norte, arrasando no sólo con los recursos naturales, sino también con los derechos laborales de los trabajadores y trabajadoras de más de medio mundo.
En Argentina, las medidas de déficit cero impuestas por el FMI a inicios de 2001 desembocaron en la crisis financiera y humana más grave que ha sufrido el país. En Zambia (1991) implicó el fin de los subsidios sobre los alimentos básicos, el aumento del coste de los servicios sociales básicos y la reducción de los salarios de los trabajadores. En Congo supuso la privatización de las minas de diamantes o coltan. En Haití la apertura de los mercados agrícolas y el hundimiento de los productores locales de arroz. Y así un largo etcétera.
A lo largo de estos 30 años de recetas neoliberales, se ha demostrado su fracaso. Si bien las políticas impuestas han permitido a las élites económicas conquistar mercados y acumular beneficios, estas han tenido importantes impactos negativos en las condiciones de vida de millones de personas (6). Pero además tampoco han garantizado el crecimiento económico o el equilibrio de la balanza comercial que prometían. No han permitido tampoco superar los problemas de sobreendeudamiento, perpetuando e incluso agravando la crisis de la deuda externa de los países empobrecidos. Este evidente fracaso ha ido restando legitimidad al FMI, que los últimos años había ido perdiendo clientes, al resistirse los países a someterse a las draconianas condiciones del Fondo (7).
Muerte y resurrección del Consenso de Washington
Con el estallido de la crisis financiera de 2008 y su rápido contagio a la economía real, la opinión pública clamó por una reforma del sistema financiero y económico. En la reunión cumbre del G20 de Londres, en abril de 2009, Gordon Brown llegó a declarar: “se ha acabado el viejo Consenso de Washington” (8). Públicamente se daba por muerto el dogma neoliberal a la vez que se ofrecía la batuta de la salida de la crisis a la institución que ha sido su principal impulsora en todo el mundo, el FMI. Tal y como declaró el presidente Boliviano Evo Morales tras la reunión cumbre del G20 “darle más dinero al FMI es como dar dinero al lobo y ponerlo a cuidar las ovejas” (9).
A pesar del aparente cambio de retórica se ha seguido impulsando el mismo dogma neoliberal que se veneraba antes de la crisis. Un reciente estudio sobre las condiciones impuestas por el FMI desde 2008 a 13 países empobrecidos, demuestra que “la política macroeconómica del fondo tiene el mismo diseño que los viejos paquetes de políticas económicas, incluyendo déficit fiscal bajo, bajos índices de inflación, y liberalización financiera y comercial (...) El tradicional sesgo del FMI continúa apoyando a marcos macroeconómicos en los que los intereses privados están por encima de los intereses públicos y el papel del estado, en los que el sector financiero tiene prioridad sobre el sector productivo, en el que los inversores extranjeros y los intereses de las empresas pasan por encima de aquellos de los actores locales” (10).
Vemos así como Grecia se une a la larga lista de países que han sufrido, y siguen sufriendo, los dictámenes del el FMI. Las medidas impuestas en Grecia difícilmente supondrán una salida a la crisis, pero permitirán que los acreedores de la deuda griega cobren y que la economía griega se ajuste a las necesidades del mercado.
Aun cuando los países europeos no hemos estado nunca al margen de la doctrina y práctica neoliberal, el caso de Grecia supone la aplicación explícita de las condicionalidades del Fondo a un país Europeo. A través de las duras condiciones impuestas en Grecia la Unión Europea quiere probablemente dar ejemplo al resto de países europeos. Los gobiernos de Portugal Italia, Irlanda, Grecia o España (PIIGS como ha bautizado la prensa anglosajona) toman nota de la lección y empiezan a diseñar, por propia voluntad, medidas similares.
Gobierno español ha sido de los más rápidos en demostrar, tras la crisis griega, que es un buen alumno y ha aprendido la lección. Las medidas de reducción del déficit aprobadas por el Gobierno español recientemente (reducción de salarios de los funcionarios públicos, congelación de las pensiones, eliminación de ayudas sociales…), sin necesidad de que el FMI las imponga a través de las condicionalidades de un crédito, buscan calmar los mercados, pero también aplicar la vieja receta de socializar las pérdidas entre los más desfavorecidos cuando la situación económica se pone fea. El FMI aprieta las tuercas tanto como puede, aplaudiendo las medidas adoptadas por Zapatero a la vez que reclama más medidas, muy similares a las impuestas en muchos otros países: flexibilidad del mercado laboral, prorrogar la edad de jubilación a 67 años o control de las finanzas de las autonomías (11).
Y no parece que la presencia del FMI en Europa vaya a ser fugaz. La Unión Europea acordó el pasado 10 de mayo un nuevo sistema de salvamento para los países europeos en crisis dónde, nuevamente, da la llave para definir las medidas de ajuste a l 'FMI (12). “Estamos listos por apoyar a los programas de ajuste y recuperación de los miembros europeos, a través del diseño y el monitoreo de medidas económicas y asistencia financiera” (13). Así expresa el FMI la satisfacción por las nuevas medidas adoptadas por la UE. Y no es para menos, puesto que significa toda una nueva cartera de clientes, a los que simplemente se los habrán de aplicar programas ya diseñados. Ya sabemos: reducción del déficit fiscal a través de la reducción del gasto social y el aumento de impuestos indirectos; limitación del papel del Estado en la economía y, por lo tanto, privatización; eliminación de pegas al libre mercado y desregulación laboral... En definitiva, una segunda vida para el Consenso de Washington.
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Notas:
(1) Los países de la UE se comprometen a aportar 80.000 millones en préstamos bilaterales a un interés aproximado del 5%, 30.000 millones se desembolsarán al 2010 y el resto, 50.000 millones en los próximos dos años. Por su parte el FMI contribuye con 30.000 millones a tres años. Fuente: FMI (http://www.imf.org/external/pubs/ft/survey/so/2010/CAR050210A.htm). Para un análisis crítico del paquete de rescate en Grecia, podéis ver el artículo “El paquete de rescato financiero de Grecia: Mala economía, mala política” (Daniel Munevar, CADTM, 6 de mayo 2010) http://www.cadtm.org/El-paquete-de-rescate-financiero
(2) Ver el informe del FMI sobre el ajuste en el Estado español en http://www.imf.org/external/np/ms/2010/052410.htm
(3) ‘Sick patients, warrying doctores'. The Economist. 18 de septiembre de 1999. Citado a “El qué, el quién, el cómo y el miedo qué del Consenso de Washington” David Listar, ODG, Noviembre de 2002. http://www.odg.cat/documents/publicacions/CW-David-NOV02.pdf
(4) Ver con más detalle los informes del ODG al respecto http://www.odg.cat/ct/inicio/enprofunditat/plantilla_1.php?identif=215
(5) México al 1994, el Sudeste Asiático al 1997, Rusia y Brasil al 1998, Ecuador y Turquía al 1999, Argentina, Uruguay al 2002, etc ...
(6) Para más información sobre los PAE y sus impactos, ver, http://dicc.hegoa.efaber.net/listar/mostrar/178, http://www.twnside.org.sg/title/adjus-cn.htm o la compilación de artículos a http://www.odg.cat/ct/inicio/enprofunditat/plantilla_1.php?identif=280
(7) “En qué están las gemelas de Bretton Woods?” Iolanda Fresnillo, ODG, Mayo de 2006. http://www.odg.cat/ct/inicio/comunicacio/5_deute.php?id_pagina=5&id_butlleti=39& id_deutes=158
(9) “G20: objetivo, salvar el capitalismo” Iolanda Fresnillo, ODG, abril 2009. http://www.odg.cat/ct/inicio/comunicacio/5_deute.php?id_pagina=5&id_butlleti=70&id_deutes=249
(10) Standing dónde the way ofoff development, Eurodad, Abril 2010 http://www.eurodad.org/aid/report.aspx?id=132&item=04083. Ver también “Condicionalidad del FMI: ¿La historia se repite?”, Eurodad, Mayo 209, publicado al Monitor IFIs América Latina http://ifis.choike.org/esp/informes/1106.html
(11) Ver un resumen de las medidas “recomendadas” por el FMI en: http://www.publico.es/dinero/315092/fmi/pide/espana/reformas/economicas/urgentes/decisivas y informe completo en http://www.imf.org/external/np/ms/2010/052410.htm