"Quien se pronuncia por el camino reformista en lugar de y en oposición a la conquista del poder político y a la revolución social no elige en realidad un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino un objetivo diferente: en lugar de la implantación de una nueva sociedad, elige unas modificaciones insustanciales de la antigua." Rosa Luxemburgo

martes, 16 de marzo de 2010

Deuda. ¿Y cómo está el mundo diez años después?

por Daniel Gómez-Olivé i Casas, Observatorio de la Deuda en la Globalización,


16 de marzo de 2010,

El pasado 12 de marzo se cumplieron diez años que más de un millón de personas del Estado español se pronunciaron a favor de la abolición de la Deuda Externa que el Estado español reclama a los países empobrecidos, en una Consulta Social, sin precedentes, que fue una experiencia con mayúsculas de democracia participativa. Diez años después el Gobierno español no sólo no ha abolido la deuda sino que continúa exigiendo su pago, a pesar de las evidencias de ilegitimidad de su origen.

En el marco internacional, desgraciadamente las cosas no están mucho mejor. Según el Banco Mundial el servicio de la deuda externa (pago de intereses más recobro del capital) que los países empobrecidos transfirieron el año 2008 a sus acreedores supuso cinco veces lo que los países del Norte les transfirieron, en concepto de Ayuda Oficial al Desarrollo. Según la misma fuente, a pesar que desde el año 2000 los acreedores internacionales ya han cobrado 4 billones de dólares de los países empobrecidos, desde entonces su deuda externa ha pasado de 2 billones de dólares el 2000, a 3,6 billones el 2008. Esto es así por el mecanismo vicioso que hace que los países del Sur se hayan de endeudar nuevamente para poder hacer frente, ni que sea, del pago de los intereses de la deuda originaria. De este modo, la deuda externa, por más que se pague, crece tal y como si fuera una bola de nieve. Este ejemplo nos hace tomar conciencia que las desigualdades económicas, políticas y sociales existentes entre los países enriquecidos y los empobrecidos se hacen cada día más grandes y más evidentes, al igual que pasa en el sí de las sociedades del centro del sistema económico. Esto es debido a que el actual proceso de globalización económica intensifica estas desigualdades.

En este sentido, para hacer un buen análisis del por qué los países del Sur no salen del círculo de la pobreza, así como para diagnosticar con acierto cuáles son las políticas que haría falta llevar a cabo para conseguirlo, sería necesario considerar los instrumentos y los responsables que actúan en sentido contrario al deseado con una buena política de cooperación. Entre estos haría falta identificar acuerdos comerciales, en los que la ayuda financiera aparece atada a intereses comerciales del donante; la contribución a las instituciones financieras multilaterales, mediante las cuales se aplican severos planes de ajuste estructural y desregulaciones financieras, fiscales, sociales y ambientales en los países del Sur; la responsabilidad ambiental transnacional y sus impactos sobre las poblaciones dónde trabajan; el control migratorio; los paraísos financieros; el secretismo bancario o la venta de armas, entre muchos otros...

Por todo ello, diez años más tarde continuamos exigiendo la abolición de la deuda, como un primer paso para reconstruir un orden económico mundial, en que las personas, esta vez sí, estén por delante de los intereses financieros y comerciales del todo lucrativos.

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