por Daniel Munevar
CADTM Colombia
En la noche de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, el 4 de noviembre del 2008, alegría, optimismo y esperanza recorrieron las calles de este país. Tras 8 años de gobierno republicano bajo George W. Bush, durante los cuales llevo al país a 2 guerras y a una crisis financiera sin precedentes desde la gran depresión, la elección de Barack Obama trajo consigo la esperanza de cambio asociada a un líder joven y carismático. En aquellos momentos me encontraba en Austin, Texas, un enclave liberal que curiosamente es la capital de uno de los estados mas conservadores de la Unión.
A nivel personal, el elemento que causo un efecto mas profundo fue la alegría y emoción que tuvieron lugar una vez fueron anunciados los resultados de las elecciones. Abrazos entre extraños, lagrimas de alegría, grandes sonrisas y ríos de gente en las calles. Es decir, el tipo de reacciones que raramente se asocian a un evento político, en una época en la cual el cinismo y el escepticismo son el lugar común en lo que se refiere a este tipo de eventos, especialmente entre los jóvenes.
Con el paso del tiempo, la esperanza suscitada inicialmente por el nuevo gobierno dio paso a la desazón y regreso a la apatía en la medida que la administración Obama revelo sus verdaderas intenciones. En vez de llevar una lucha frontal contra los responsables de la crisis y reparar las bases del sistema de protección social, Obama adopto como propias las ideas responsables por la crisis y bajo el manto de la responsabilidad fiscal, continua con el desmantelamiento de dicho sistema de protección. Ante el amargo desenlace de esta experiencia, no solamente quedo refrendada la posición de aquellos que desde el primer momento pusieron en duda la capacidad de Obama introducir cambios significativos en el sistema. También se fortaleció la posición de aquellos jóvenes escépticos que consideran la participación en política como una actividad fútil.
En medio de un panorama internacional cada vez mas complejo, el desvanecimiento de la esperanza inicial que trajo consigo Obama me llevo a dudar de la posibilidad que se repitiera un fenómeno político de este tipo en el corto plazo. Esta duda desapareció tras una reciente visita a España y el “descubrimiento” del movimiento de los indignados. Participando de reuniones, actividades y marchas, llegando al momento culminante de la Asamblea del 23-J en la Puerta del Sol, pude comprobar de primera mano que no solo la esperanza existe, sino que también su fuerza desborda todo lo que se ha oído recientemente en la prensa.
Surgido de tasas de desempleo juveniles cercanas al 40%, y producto de la incapacidad del sistema político de canalizar las molestias y encontrar soluciones a los problemas de la población, el movimiento de los indignados surgió no solamente para sacudir las bases del sistema en España, sino a nivel europeo y global. Una de las razones principales para sentirse optimista respecto a los indignados es el hecho, que a diferencia de lo ocurrido en Estados Unidos donde el apoyo publico fue utilizado en un función de una campaña política financiada por grupos corporativos, el punto de partida de los indignados españoles es el rechazo tajante a las actuales instituciones económicas y políticas que rigen a la sociedad española. Es precisamente este diferencia clave, la que ha incentivado la participación de miles de jóvenes que hasta hace poco permanecían apáticos a la política, y que hoy en día son los actores y fuerza central del movimiento de los indignados.
Mas importante aun, es la capacidad del movimiento de los indignados para establecer mecanismos de participación que resaltan el valor de las opiniones de todos los involucrados y la importancia de su aportación para el accionar colectivo. Esta cultura para la discusión y toma de decisiones sobre asuntos públicos contrasta de forma radical con la cultura establecida, donde las decisiones son adoptadas por tecnócratas y donde no existe espacio para el debate publico y transparente sobre las mismas. De ahí el éxito que han logrado los indignados en transformar las frustraciones de millones de jóvenes, tradicionalmente aislados de la política, en la energía, creatividad y esperanza que se observan en las calles españolas. Solo así se puede explicar la explosión de alegría que se vivió en la puerta del Sol, el pasado 23 de Julio, cuando miles de personas de toda España se reunieron en esta plaza madrileña para discutir y celebrar la construcción conjunta de este nuevo amanecer político y social.
A pesar de que hasta el momento los medios de comunicación y las elites tanto españolas como europeas han desestimado la fuerza y la capacidad de los indignados, dicho movimiento esta llamado a jugar un rol cada vez mas importante en el escenario global. Ello se debe a que actualmente estamos empezando a observar la lenta desintegración del sistema multilateral creado tras la II Guerra Mundial. En un mundo en el cual la globalización ha llevado a la creación de problemas globales, tales como el cambio climático, la crisis financiera o la crisis alimentaria por poner solo algunos ejemplos, actualmente carecemos de un mecanismo para alinear los intereses de todas las partes involucradas. Es debido a la incapacidad del sistema de encontrar soluciones a los problemas que enfrentan las poblaciones en los diferentes países, la que esta llevando al fortalecimiento de los foros de discusión regionales para la búsqueda de dichas soluciones, en detrimento de los foros de discusión globales.
Sin embargo, en la medida en que las poblaciones locales mas vulnerables están siendo las mas afectadas por las diferentes crisis surgidas de la disfuncionalidad del sistema internacional, apunta a la posibilidad de que de forma creciente las respuestas a tales crisis surjan de las dinámicas de lucha local. Es por tal sentido de urgencia, ante la necesidad de resolver los acuciantes problemas de la sociedad global, los cuales ponen en riesgo nuestra sobrevivencia como especie, que es nuestra responsabilidad indignarnos. La solución al cambio climático o a la especulación financiera no saldrá de una sala de reuniones de la ONU, o de las promesas de una campaña política camino a elecciones. Esta saldrá de las calles y plazas que tomemos para discutir de forma abierta, publica y transparente las acciones a realizar para construir un sistema político y económico que responda realmente a las necesidades de las mayorías. Así que, cuando quedamos para tomarnos la plaza?
CADTM Colombia
En la noche de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, el 4 de noviembre del 2008, alegría, optimismo y esperanza recorrieron las calles de este país. Tras 8 años de gobierno republicano bajo George W. Bush, durante los cuales llevo al país a 2 guerras y a una crisis financiera sin precedentes desde la gran depresión, la elección de Barack Obama trajo consigo la esperanza de cambio asociada a un líder joven y carismático. En aquellos momentos me encontraba en Austin, Texas, un enclave liberal que curiosamente es la capital de uno de los estados mas conservadores de la Unión.
A nivel personal, el elemento que causo un efecto mas profundo fue la alegría y emoción que tuvieron lugar una vez fueron anunciados los resultados de las elecciones. Abrazos entre extraños, lagrimas de alegría, grandes sonrisas y ríos de gente en las calles. Es decir, el tipo de reacciones que raramente se asocian a un evento político, en una época en la cual el cinismo y el escepticismo son el lugar común en lo que se refiere a este tipo de eventos, especialmente entre los jóvenes.
Con el paso del tiempo, la esperanza suscitada inicialmente por el nuevo gobierno dio paso a la desazón y regreso a la apatía en la medida que la administración Obama revelo sus verdaderas intenciones. En vez de llevar una lucha frontal contra los responsables de la crisis y reparar las bases del sistema de protección social, Obama adopto como propias las ideas responsables por la crisis y bajo el manto de la responsabilidad fiscal, continua con el desmantelamiento de dicho sistema de protección. Ante el amargo desenlace de esta experiencia, no solamente quedo refrendada la posición de aquellos que desde el primer momento pusieron en duda la capacidad de Obama introducir cambios significativos en el sistema. También se fortaleció la posición de aquellos jóvenes escépticos que consideran la participación en política como una actividad fútil.
En medio de un panorama internacional cada vez mas complejo, el desvanecimiento de la esperanza inicial que trajo consigo Obama me llevo a dudar de la posibilidad que se repitiera un fenómeno político de este tipo en el corto plazo. Esta duda desapareció tras una reciente visita a España y el “descubrimiento” del movimiento de los indignados. Participando de reuniones, actividades y marchas, llegando al momento culminante de la Asamblea del 23-J en la Puerta del Sol, pude comprobar de primera mano que no solo la esperanza existe, sino que también su fuerza desborda todo lo que se ha oído recientemente en la prensa.
Surgido de tasas de desempleo juveniles cercanas al 40%, y producto de la incapacidad del sistema político de canalizar las molestias y encontrar soluciones a los problemas de la población, el movimiento de los indignados surgió no solamente para sacudir las bases del sistema en España, sino a nivel europeo y global. Una de las razones principales para sentirse optimista respecto a los indignados es el hecho, que a diferencia de lo ocurrido en Estados Unidos donde el apoyo publico fue utilizado en un función de una campaña política financiada por grupos corporativos, el punto de partida de los indignados españoles es el rechazo tajante a las actuales instituciones económicas y políticas que rigen a la sociedad española. Es precisamente este diferencia clave, la que ha incentivado la participación de miles de jóvenes que hasta hace poco permanecían apáticos a la política, y que hoy en día son los actores y fuerza central del movimiento de los indignados.
Mas importante aun, es la capacidad del movimiento de los indignados para establecer mecanismos de participación que resaltan el valor de las opiniones de todos los involucrados y la importancia de su aportación para el accionar colectivo. Esta cultura para la discusión y toma de decisiones sobre asuntos públicos contrasta de forma radical con la cultura establecida, donde las decisiones son adoptadas por tecnócratas y donde no existe espacio para el debate publico y transparente sobre las mismas. De ahí el éxito que han logrado los indignados en transformar las frustraciones de millones de jóvenes, tradicionalmente aislados de la política, en la energía, creatividad y esperanza que se observan en las calles españolas. Solo así se puede explicar la explosión de alegría que se vivió en la puerta del Sol, el pasado 23 de Julio, cuando miles de personas de toda España se reunieron en esta plaza madrileña para discutir y celebrar la construcción conjunta de este nuevo amanecer político y social.
A pesar de que hasta el momento los medios de comunicación y las elites tanto españolas como europeas han desestimado la fuerza y la capacidad de los indignados, dicho movimiento esta llamado a jugar un rol cada vez mas importante en el escenario global. Ello se debe a que actualmente estamos empezando a observar la lenta desintegración del sistema multilateral creado tras la II Guerra Mundial. En un mundo en el cual la globalización ha llevado a la creación de problemas globales, tales como el cambio climático, la crisis financiera o la crisis alimentaria por poner solo algunos ejemplos, actualmente carecemos de un mecanismo para alinear los intereses de todas las partes involucradas. Es debido a la incapacidad del sistema de encontrar soluciones a los problemas que enfrentan las poblaciones en los diferentes países, la que esta llevando al fortalecimiento de los foros de discusión regionales para la búsqueda de dichas soluciones, en detrimento de los foros de discusión globales.
Sin embargo, en la medida en que las poblaciones locales mas vulnerables están siendo las mas afectadas por las diferentes crisis surgidas de la disfuncionalidad del sistema internacional, apunta a la posibilidad de que de forma creciente las respuestas a tales crisis surjan de las dinámicas de lucha local. Es por tal sentido de urgencia, ante la necesidad de resolver los acuciantes problemas de la sociedad global, los cuales ponen en riesgo nuestra sobrevivencia como especie, que es nuestra responsabilidad indignarnos. La solución al cambio climático o a la especulación financiera no saldrá de una sala de reuniones de la ONU, o de las promesas de una campaña política camino a elecciones. Esta saldrá de las calles y plazas que tomemos para discutir de forma abierta, publica y transparente las acciones a realizar para construir un sistema político y económico que responda realmente a las necesidades de las mayorías. Así que, cuando quedamos para tomarnos la plaza?