Pasaron más de dos años desde que se evidenciaron los vacíos del sistema neoliberal para generar bienestar en la población mundial. La crisis generada por el modelo es de tal envergadura que requiere del concierto de todos los países del globo. En este marco, el G7 intentó legitimar un nuevo espacio, el G20, en el que incluyó a algunas economías emergentes, como salida política para controlar los daños creados por la crisis y se autoproclamaron como el foro que solucionaría la caída económica mundial.
Ahora esperan consolidarse como el espacio para regular el orden económico mundial, capaz de generar acuerdos con poder vinculante sobre la colaboración fiscal y la regulación financiera. Sin embargo, no lo han logrado y la realidad evidencia que el G20 no es un grupo que busque el interés común: la guerra de divisas y las diferencias entre implementar políticas procíclicas o contracíclicas está desmoronando este espacio, dejando en evidencia que los ex G7 quieren seguir controlándolo para beneficio de sus lobbistas nacionales.
La emisión de derivados financieros por parte de la banca privada, no ha sido debidamente enfrentada y es una de las causas de la crisis. Peor aún, el endeudamiento de varios países desarrollados para salvar a dicha banca es ahora pagado por los trabajadores y jubilados que son afectados por las reformas neoliberales. El modelo económico global que consiste en disminuir el peso de los salarios y los impuestos en el PIB con la consiguiente concentración del ingreso en ganancias está intacto y Europa que intentaba resistirse al modelo ha ingresado en el 2010. El consumo basado en el crédito sigue en auge a pesar de la crisis.
En esta situación, nos preocupa que:
1. La crisis no ha terminado, pese a que el discurso del G20 señala que han evitado la debacle mundial, los índices de deuda pública de los países europeos de la OCDE, estimada al 2010, promedia el 81%, evidenciando una importante crisis fiscal en el viejo continente. Las deudas de Alemania y Gran Bretaña superan el 82% del PIB y la de Francia llega al 92%. Además, existe un alto riesgo de burbujas financieras, generadas por la especulación de las materias primas; se ha generado una guerra por las divisas, en la cual EEUU quiere ganar liquidez y competitividad imprimiendo dólares y exigiendo al resto de los países reevalúen sus monedas, sin importar el impacto en sus poblaciones. Todo esto sigue mellando el empleo y, con ello, el bienestar de la población.
2. Pese al descrédito en el que cayeron las instituciones financieras internacionales, el modelo neoliberal ya caduco tiene en las IFIS sus operadoras y defensoras más tenaces.
- El sistema de votación en las IFIS no refleja el cambio en el poder mundial ni el nuevo ril que juegan Brasil, China, Rusia y la India. Menos aun reflejan el empequeñecimiento de Europa en la economía internacional. Lo que existe en el G20 es una doble representación de Europa a través de la Comisión Europea más cada país europeo miembro del G7. Al 2018 el BRIC +3 (Indonesia, Corea del Sur y Turquía) pesarán más que el G7, lo que abre la discusión sobre la estructura de poder en general.
- Las IFIS han tratado de salir de sus propias crisis de legitimidad, reposicionándose y adoptando otro lenguaje. El FMI, a través de Línea de Crédito Flexible, ha conseguido canalizar el dinero destinado para solucionar la crisis, pero no ha quitado las condicionalidades, simplemente las ha colocado como requisitos de entrada. Por su parte, el Banco Mundial administra los ‘fondos verdes’ para superar los problemas del cambio climático, pero sólo constituyen un pequeño porcentaje de su portafolio, pues sigue financiando industrias basadas en energía no renovable.
- Las políticas recomendadas a los países industrializados son las ya conocidas por los PED: apertura comercial y de capitales, desregulación laboral y reducción del gasto, pese a los impactos sociales que generaron en el pasado.
- Se pretende consolidar una ‘red global de seguridad financiera y la promoción del desarrollo’, para contrarrestar las repentinas fluctuaciones de capital y reaccionar más rápido ante la próxima crisis. Es decir, se busca paliativos, pero no una solución que evite las crisis crónicas del sistema.
- La reestructuración de las IFIS no puede centrarse en aumentos mínimos e insuficientes en las cuotas de participación de algunos PED, sobre todo cuando la dirección de las mismas se mantiene entre las potencias mundiales. Las IFIS debieran estar bajo la dirección de las Naciones Unidas al servicio del bien común universal, reducir sus funciones y articularse coordinar con las instituciones de las iniciativas de regionalización que se están fortaleciendo en los continentes.
3. No hay voluntad política para regular los mercados especulativos. Todas las decisiones se toman a paso lento, y de las pocas propuestas importantes presentadas en el marco de la Convención de NNUU frente a la Crisis y su impacto en el Desarrollo, ninguna se ha llevado a la práctica. Basilea III no ha podido pasar de una banca especulativa a una banca basada en las reservas.
4. Peor aún, no existe ningún interés en salir de la crisis. El debate del G20 reafirma el neoliberalismo y busca las maneras para conservarlo. Simplemente se está buscando mantener el status quo que asegura las ganancias de algunas transnacionales.
Los temas a tratar en la Cumbre de Corea –la estructura de capital de los bancos, el fortalecimiento de la regulación de las instituciones financieras sistemáticamente importantes, la distribución de los fondos públicos entre el sector financiero, entre otros- son limitados en cuanto al impacto que pueden tener para mejorar el empleo, la calidad de vida y los derechos humanos. La falta total de cuestionamiento a un modelo neoliberal que genera crisis sistémicas recurrentes y que en décadas de existencia no ha logrado eliminar o disminuir sustantivamente la pobreza y la desigualdad, nos lleva a continuar con las demandas que venimos señalando desde que se inició la crisis:
a) Urge una Nueva Arquitectura Financiera Internacional en la cual exista regulación y supervisión de los flujos financieros. En este marco, los países requieren del control de capitales, y la regulación monetaria para limitar la entrada a los países de divisas especulativas que generan problemas de liquidez y afectan a los sectores emprendedores de la población. La regulación financiera generará mayor autonomía a los países para la implementación de políticas públicas, así como se destaca el rol a cumplir por marcos regulatorios regionales que contribuirán a que los sistemas financieros están mejor alineados al logro de los bienes públicos de cada región.
Para impulsar un debate comprehensivo de estos temas, proponemos un Código Financiero, y retomamos las propuestas de la Comisión Stiglitz para la creación de un Organismo Internacional de Regulación Financiera y un Consejo Económico Mundial, ambos organismos que funcionen en el marco de NNUU.
b) La colaboración internacional es indispensable para salir de la crisis y generar condiciones más equitativas entre los países. Pero esta no debe ser entendida únicamente como cooperación monetaria y libertad para el movimiento de capitales, como se insinuó en la última reunión de las IFIS. Los PED son los principales afectados por la crisis y el modelo que la generó, y por ello requieren de recursos para reducir las diferencias sociales características de cada región. En ese sentido es necesario:
- Una moratoria de la deuda, que genere liquidez a los países para atender a prioridades sociales antes que financieras;
- Auditorías de la deuda, que permitan identificar las deudas ilegales e ilegítimas y no pagarlas;
- Recursos para enfrentar la crisis, que serán entregados por los países industrializados que la crearon, como reparación por los daños causados;
- Otra gestión del endeudamiento, a través de un trato equitativo entre las IFIS y los países, respetando la soberanía de los últimos, y sin condicionalidades que impidan a los estados libertad para implementar las políticas públicas que requieren.
- Una verdadera Justicia Tributaria, basada en impuestos a la renta antes que al consumo, que permitan una mejor redistribución de los ingresos y que ayuden a tasar sustancialmente a los sectores e industrias que generan impactos negativos en el ambiente y la sociedad.
c) Se requiere financiamiento para enfrentar los problemas del cambio climático. Más aún cuando esto ha sido generado por los países industrializados, por el modelo productivo depredador de recursos, pero cuyas consecuencias afectarán más fuertemente a los PED. Urgen compromisos concretos y adicionales a la los recursos destinados para la crisis, de forma concesional y sin generar más endeudamiento. Por ello, respaldamos las propuestas de la Mesa de Financiamiento de la Cumbre de Cochabamba, así como las iniciativas de distintos sectores para un financiamiento equitativo: terminar con los subsidios a los combustibles fósiles, gravar a las industrias de acuerdo a su impacto ambiental y otros gravámenes internacionales. Además, apoyamos la propuesta del G77+China para que los países industrializados aporten entre el 0,5% y el 1% de su Producto para combatir el cambio climático.
d) América Latina debe consolidar su proceso de integración, impulsando la UNASUR. En ese marco, fortalecer el proceso de regionalización de las finanzas globales aparece como un complemento fundamental para generar mayor autonomía, recuperar los recursos financieros y facilitar el desarrollo sostenible. Específicamente, se necesita:
- Una institucionalidad que respalde un desarrollo sostenible, con un Banco del Sur que apoye la pequeña producción, el bienestar social y desarrollo tecnológico y científico que aporten una economía sustentable.
- Un Fondo de Reservas, para que la región tenga autonomía y liquidez ante eventualidades en la balanza de pagos y un sistema de pagos distinto al dólar que limite el contagio de futuras crisis y la dependencia de la banca internacional para el financiamiento de la producción local.
- Un Marco Regulatorio Financiero Regional que establezca las reglas para un eficiente y eficaz funcionamiento de las instituciones financieras en la región, dentro de un enfoque de desarrollo sustentable, así como los instrumentos regulatorios a ser usados por los Estados para intervenir en los fallidos mercados.
El G20 ha probado no tener interés en mejorar las reglas de juego para todos, sino que busca una ‘estabilización sistémica’ para que los capitales vuelvan a tener rentabilidades exacerbadas, haciendo creer al mundo que la economía de todos está creciendo. Sin embargo, en América Latina el desempleo post crisis sumó 39 millones para alcanzar un total de 189 millones de latinoamericanos bajo la línea de la pobreza; el coeficiente de desigualdad de la región es de 0,53[*], constituyéndose como la región más desigual del mundo; y se estima que se necesita más de 100 mil millones de dólares al año para que los PED podamos hacer frente a los problemas ambientales ocasionados por el mundo industrializado, pero aún no se comprometen a darlos. El G20 no debe ser es el espacio para debatir problemas globales y decidir implementar propuestas que conciernen al mundo entero, pues como grupo solo representa al 10% de los países. Legitimarlos como los conductores de la economía internacional será consolidar que quienes tienen y producen más dinero son quienes tienen más derecho a decidir, por encima del resto de la población.
Ante esto, reivindicamos nuestras demandas de impulsar una nueva arquitectura financiera internacional, con control de capitales y regulación financiera; otra gestión para el endeudamiento, con la realización de auditorías de la deuda y recursos para enfrentar la crisis financiera; una verdadera justicia tributaria; recursos para el problema del cambio climático y un real impulso a la UNASUR.
[*] Cifras al 2007
Fuente : Latindadd
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